Unas pocas palabras contra las elecciones

El día 11 de este mes, en Perú se celebran las enésimas elecciones. Como en estos tiempos que corren el Poder se fía mucho de la idiotez y la docilidad de las mayorías (las mayorías son feas y reaccionarias, decía un sabio), esa idiotez y esa sumisión saldrán ganando una vez más, sea cual sea el resultado. Duros tiempos vivimos: lo común se ha retraído hasta prácticamente desaparecer y gobierna la sinrazón a la que estamos siendo sometidos la mayoría de nosotros… Aún así hemos optado por aprovechar esta ocasión para lanzar un ataque más contra esta mentira democrática, que aún no siendo acaso muy original, sí insiste en determinadas cuestiones que estas feas mayorías no discuten en sus arduos debates en las redes sociales. Sirvan estas breves palabras escritas a lo poco que puedan servir…

La contienda electoral no es sino una estrategia de publicidad o de promoción de venta. Habría que ser un experto asalariado al servicio de las mentiras establecidas como para buscar detrás de ella algo más noble que esto. Ahora mismo cualquiera que se halle en Perú tiene al alcance de sus ojos una muestra clara y sencilla de la identificación entre el hacer política (política de conformidad y de sometimiento, claro está, una política de domesticación y de acatamiento de las órdenes que vienen desde Arriba) y la promoción comercial y económica de los productos del Mercado. Todas estas caras y eslóganes que han inundado todavía más las calles de los pueblos y las ciudades peruanas es una descarada declaración de lo que, en el fondo, muchos saben: no hay más política que la Economía. Y que la sucesión de las viejas y nuevas caras de las almas dispuestas a lanzarse a esta carrera por unos cuantos cargos es equivalente a la sucesión de detergentes y de jabones en una estantería de supermercado que desean atraer la atención de los compradores. Evidentemente, uno de los secretos de todo este proceso de promoción y de publicidad es que se oculta lo más elemental: que todas estas caras en sí importan un rábano, que solo están allí de relleno, se les puede sustituir por otras y no va a pasar nada. No es como antaño, que si caía el Emperador, con él amenazaba con caerse el propio Imperio. Hoy, todo lo contrario: cualquier régimen democrático actual se sostiene en el proceso mismo de intercambio y de sustitución de unas caras por otras, por lo que si algunas de ellas caen, el sistema sigue funcionando perfectamente sustituyéndolas con otros ejemplares de lo mismo (incluso, tal vez, más creativos y mejor preparados).

Por supuesto, para esta política, que el pueblo vivo aborrece, es esencial que se cree todo un espectáculo mediático y propagandístico que ayude a instalar en la gente la ilusión de que estas caras importan algo, que son caras que van a decidir algo por cuenta propia y que más nos vale hacer una buena elección. Ya el mismo hecho de que estas caras te persigan allá donde vayas por la ciudad las reviste de una importancia que de por sí no tienen, pues todas ellas no son más que sirvientes del Poder, y que, escojas a quien escojas, el resultado de todo este tinglado es muy previsible: ellos no podrán sino hacer su papel de sirvientes de la máquina dominadora, no podrán sino seguir convirtiendo al pueblo en una masa dócil e idiotizada. Estos sirvientes o aspirantes a ser sirvientes del Poder están literalmente subyugados por su Señor, que es el Estado y el Capital, y no pueden hacer nada que atente seriamente contra sus intereses. Sí alguno de ellos te dice que es que él va allí solo para proteger los intereses del pueblo, es que es un mentiroso, pero que miente por estar engañado él mismo, pobrecillo: no ve en absoluto que lo que la masa estatal quiere es lo mismo que quiere el Capital; y tampoco ve que desde estas instituciones solo se puede velar por los intereses del Capital y de las masas de sus clientes que ya han interiorizado las necesidades del sistema como necesidades personales propias; y que lo mismo que el Gran Capital siente necesidad de realizarse en su movimiento continuo y acelerado, ellos, ejemplares individuales de esta masa estatal, sienten la misma necesidad de colmar las aspiraciones personales que el Capital les ha impuesto. Pero mientras dure la contienda y si te dejas, te van a hacer creer que los que se han vendido a esta promoción para ocupar los cargos de sirvientes del Poder lo hacen solo para cumplir con la voluntad del pueblo o, en el caso de que consideren que el pueblo es ya demasiado estúpido como para hacer caso de su voluntad, hacerle el bien que por sí solo, sin la ayuda de los ejecutivos y de los expertos, nunca podría hacer. Allí los ves, cargados de buenas intenciones y dispuestos, en consecuencia, a seguir matando todo atisbo de vida y de autonomía en el pueblo.

La mentira de esta idea de voluntad de las masas estatales ya ha sido más que descubierta por gente infinitamente más lúcida (García Calvo, Günther Anders…) que el que escribe estas palabras. Me ahorro, por tanto, el tener que repetir la denuncia de esta mentira mortal. Pues, ya se sabe bien que la masa dócil estatal quiere lo que se le promociona desde Arriba, que sus apetitos y voluntades son, al menos en su gran parte, resultado de una adecuada política de promoción y de publicidad de mercancías de todo tipo que vende en masa el sistema productivo. Lo que me importa denunciar aquí es solo el hecho de que estos políticos son los primeros en creer sus propias mentiras: ellos son los primeros en creer en la voluntad colectiva, en los bolsones electorales, en las estrategias del Desarrollo y en la necesidad del cambio (para seguir igual).

El pueblo vivo desde los mismos comienzos de la Historia sabe bien que nada bueno viene desde Arriba. Y que si algo bueno viene, por algún fallo calamitoso en el sistema, pronto el pueblo descubre que junto a ese bien se les ha suministrado un veneno que excede con creces cualquier bondad posible para la gente. Sabe el pueblo bien de los tiranos, de sus mezquinos sirvientes, de los burócratas y de los ejecutivos con sus trajes y corbatas. Aquí solo vengo a recordar que la forma de dominación democrática es mucho más astuta que cualquier forma de dominación tiránica o dictatorial de antaño: y que ahora te van a meter por los ojos no solo las caras de los ávidos, corruptos y sedientos de Poder, de los tiranos y abusones, sino también las caritas angelicales de los que vienen desde abajo a corregir el mal funcionamiento de la máquina, los rostros llenos de bondad de aquellos que no quieren Poder, solo quieren servir al pueblo desde el Poder, paliar tus dolores y mejorar las condiciones en las que podrás realizarte como el buen cliente del Capital que eres…

Pues bien, aquí te lanzo esa advertencia: huye de estos últimos lo mismo que de los primeros, pues no son sino partes complementarias de un mismo rostro, pues sin ellos no habría Capital que funcionara: el Poder en su forma actual no puede seguir aplastando al pueblo si no le presenta también unas caras amables y sonrientes. Y aquí vuelvo a lo que decía al comienzo: estas caras solo sirven para distraer, pues tanto los unos como los otros, por debajo de sus respectivos procedimientos de hacer política de conformidad, no podrán sino acatar órdenes del Capital y, sea quien sea quien gane, tu vida quedará aplastada bajo el Trabajo asalariado (y su contraparte en forma de desempleo), bajo el reino de las abstracciones, bajo el imperio del Dinero (que él sí que vivirá, pero a costa de que tú vivas lo menos posible) y bajo una imbecilidad generalizada. Que sí, los unos promoverán unas condiciones de esclavitud más dulcificadas que los otros, unos defenderán más tus derechos laborales y sanidad pública que otros… Es algo trivial, se cuenta con esas pequeñas diferencias (aunque, claro está, los políticos, al creerse sus propias mentiras, creen también, por ejemplo, que un político de izquierda hace una política radicalmente distinta que el de derechas y al revés: sin este engaño, tampoco funcionaria este tinglado). Pero estas variaciones en las formas de someternos a las necesidades del Dinero son solo pretextos para, por debajo, sin que muchos de estos hombres y mujeres que se meten en la política sean conscientes, seguir aplastando la vida bajo el yugo del Capital.

Seas quien seas, si aún no te han engañado del todo con estas y muchas otras mentiras democráticas y si por algún resquicio aún sientes que no estás del todo identificado con el Estado y el Capital (como lo son, sin duda, esas caras que se venden por la propaganda política y esas mayorías democráticas que van a votar con una fe y responsabilidad dignas de elogios por parte de los biempensantes), no sigas destrozando con tus propias manos los pocos restos de vida que queden en ti: no olvides que las votaciones democráticas solo están para asegurar la buena marcha de la muerte reinante, del Capital y del Estado. Bien sabemos que en estos últimos tiempos el Orden imperante, dentro de su blandura, se va endureciendo cada vez más, y por ello no le faltarán al Capital siervos que nos querrán vender su alternativa para ablandar algunas de esas durezas (su pecado, casi siempre, es precisamente el de presentarse como alternativa al sistema imperante, cuando es harto evidente que están a su servicio: hacen alardes de sus pequeñas diferencias para ocultar lo mucho que comparten con lo que supuestamente critican). Esta suavización, sin embargo, siempre presenta dos condiciones fundamentales: primero, que funciona según las lógicas compatibles con el sistema y opera en función de sus dinámicas, nunca las transgrede más allá de modificaciones que solo efectúan sobre ellas un proceso de perfeccionamiento; y segundo, que por estas pequeñas cuotas de mayor comodidad dentro de una vida aplastada por este Orden siempre se nos exige pagar un precio en sumisión, docilidad y muerte administrada que es incomparablemente mayor que cualquier  aflojamiento de la soga sobre el cuello de una posible vida que pudiéramos vivir. Es decir, el Orden dominante no puede sobrevivir ni un minuto sin estas alternativas, que pugnan entre sí para, en el fondo, obedecer al mismo Señor. Así que si el pueblo quiera vivir, a pesar de todo el veneno que se le vierte encima todos los días desde los medios de información y otras instituciones, no tendrá otro remedio que empezar a hacerles el vacío a los sirvientes del Dinero, denunciando asimismo las mentiras que estos sostienen y promueven.

Si, por el contrario, no estás entendiendo nada de nada de lo que aquí se dice, que qué yugo ni qué opresión, que estamos en el siglo XXI, hombre, que estamos metidos de lleno en el Desarrollo mejor equipado que ninguno anterior; que si tú vives realizándote en Capital y sintiéndote libre en la democracia; o que si tú aspiras a poder realizarte en algún futuro dentro de esta sociedad y sentir que la democracia por fin respeta y garantiza tus derechos a la esclavitud asalariada, entonces nada. Ve y llénate los oídos de las mentiras que más te plazcan, que hay para escoger. Que eso sí que te lo garantiza la democracia: la libertad de escoger mentiras en que creer.

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